En una reflexión titulada “Si alguien no se corrige en su juventud, le será muy difícil compensarlo en su vejez”, el sabio explicó:
“Si una persona es lo bastante ingenua como para creer que rectificará sus pecados en la vejez, ¡ay de él! En primer lugar, ha postergado la corrección de sus faltas hacia un futuro incierto. En segundo lugar, el ‘quinto bandido’ —los obstáculos y tentaciones que acompañan a la vejez— cerrará ante él el camino de la reforma. ¿Acaso las malas acciones perdonan a los ancianos? ¿Acaso este enemigo jurado no ha preparado trampas específicamente para la vejez? ¿No se ha convertido la ‘bandolería del takathur’ —la rivalidad por la riqueza y los hijos— en una prueba para los mayores? Quien no se reforma en su juventud encontrará extremadamente difícil hacerlo en la vejez, pues deberá soportar tanto los engaños de la juventud como los peligros de la edad avanzada.”
El Ayatolá Javadi Amoli citó luego un encuentro entre Jabir ibn Abdullah y el Imam Ali (P.B). Cuando Jabir suspiró profundamente en presencia del Comandante de los Creyentes, el Imam le preguntó si ese suspiro de pesar era por asuntos mundanos. Cuando Jabir lo confirmó, el Imam Ali respondió:
“Te describiré el mundo para que comprendas que no merece tu pesar. Los mayores placeres de esta vida se limitan a la comida, la vestimenta y los deseos instintivos. El mejor alimento es la miel pura, y sin embargo, no es más que el producto de un insecto. La mejor prenda es la seda, que proviene de un gusano. ¡Desdichado aquel que suspira por tales cosas! Que se lamenta por no tener una alfombra de seda o por no haber obtenido la miel refinada, como si fuera una pérdida no poseer lo que producen un gusano o una abeja.”
El Ayatolá Javadi Amoli concluyó que los placeres mundanos no merecen tristeza, y que el rango social y el estatus terrenal son simples ilusiones. “Dios no ama a los engañosos”, dijo, exhortando a los creyentes a valorar la reforma espiritual por encima de los apegos materiales.
Fuente: Bihar al-Anwar, vol. 75, p. 11
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